LAS CRUZADAS
Ha sido habitual describir estas Cruzadas como ocho en número. Esta división es arbitraria y excluye muchas expediciones importantes, entre ellas las de los siglos XIV y XV. En realidad las Cruzadas continuaron hasta fines del siglo XVII, la cruzada de Lepanto ocurrió en 1571, la de Hungría en 1664 y la cruzada del duque de Borgoña a Candía en 1669.
Remonta directamente a la condición moral y política de la Cristiandad Occidental en el siglo XI. En aquel tiempo Europa estaba dividida en muchos territorios cuyos soberanos estaban absortos en disputas feudales mientras el Emperador, en teoría la cabeza temporal de la Cristiandad, gastaba su energía en disputas sobre Investiduras. Solo los pontífices habían mantenido una noción de unidad cristiana . Ellos veían cómo los intereses de Europa eran amenazados por el imperio Bizantino y por las tribus mahometanas y solo ellos tenían una política exterior cuyas tradiciones se habían formado bajo León IX y Gregorio VII. La reforma efectuada en la Iglesia y el papado bajo la influencia de los monjes de Cluny había aumentado el prestigio del romano pontífice ante todas las naciones cristianas. Por lo tanto nadie sino el pontífice podía inaugurar un movimiento internacional que culminara en las Cruzadas. Los europeos escucharon la voz de Urbano II de Champagne porque sus propias inclinaciones y tradiciones históricas los impulsaban hacia el Santo Sepulcro. Desde finales del siglo V no había habido ninguna ruptura en la comunicación de los europeos con Oriente. Desde el primer período cristiano, colonias de sirios habían introducido las ideas religiosas, arte y cultura de Oriente, en las grandes ciudades de la Galia y de Italia. Los cristianos occidentales a su vez viajaban a Siria, Palestina y Egipto para visitar los Santos Lugares o para seguir la vida ascética de los monjes de la Tebaida o del Sinaí. Aún existe el itinerario de un peregrinaje de Burdeos a Jerusalén que data del año 333. En el año 385 San Jerónimo y Santa Paula fundan los primeros monasterios latinos en Belén. Ni siquiera la invasión bárbara pareció desalentar el ardor por las peregrinaciones a Oriente. El itinerario de Santa Silvia (Etheria) muestra la organización de esas expediciones que eran dirigidas por clérigos y escoltadas por tropas armadas. En el año 600, San Gregorio el Grande hizo erigir un hospicio en Jerusalén para el alojamiento de los peregrinos. Desde el siglo VIII los anglosajones sufrieron las más grandes dificultades para visitar Jerusalén. El viaje de San Willibaldo, obispo de Eichstädt, llevó siete años (722-29) y proporciona una idea de las variadas y severas tribulaciones a las que eran sometidos los peregrinos. Después de su conquista de Occidente, los Carolingios trataron de mejorar la condición de los latinos establecidos en Oriente. En el año 762 Pipino el Breve entró en negociaciones con el Califa de Bagdad. En Roma, el 30 de noviembre del 800, el mismo día en el que León III invocó el arbitraje de Carlomagno, embajadores de Haroun al-Raschid entregaron al rey de los Francos las llaves del Santo Sepulcro, el estandarte de Jerusalén y unas preciosas reliquias. Esto fue un reconocimiento del protectorado franco sobre los cristianos de Jerusalén. Que se edificaron iglesias y monasterios pagados por Carlomagno está certificado por una especie de censo de los monasterios de Jerusalén del año 808. En el año 870, en el tiempo del peregrinaje de Bernardo el monje, esas instituciones eran muy prósperas y se ha demostrado que se enviaban limosnas periódicamente de Occidente a Tierra Santa. En el siglo X, justo cuando el orden político y social de Europa estaba más perturbado, caballeros, obispos y abades, actuando por devoción y gusto de la aventura, estaban acostumbrados a visitar Jerusalén y orar ante el Santo Sepulcro sin ser vejados por los mahometanos. Pero en el año 1009, Hakem, el Califa fatimí de Egipto, en un ataque de locura ordenó la destrucción del Santo Sepulcro y de todos los establecimientos cristianos en Jerusalén. Durante años, después de esto, los cristianos fueron cruelmente perseguidos. En 1027 el protectorado franco fue derrocado y reemplazado por el de los emperadores bizantinos, a cuya diplomacia se debió la reconstrucción del Santo Sepulcro. Incluso se cercó el barrio cristiano con un muro y unos comerciantes de Amalfi, vasallos de los emperadores griegos, construyeron hospicios para peregrinos en Jerusalén, por ejemplo el Hospital de San Juan, cuna de la Orden de los Hospitalarios. Durante el siglo XI aumentó el entusiasmo de los cristianos occidentales por el peregrinaje a Jerusalén. Ejércitos enteros de peregrinos cruzaron Europa y en el valle del Danubio se establecieron hospicios donde podían completar sus provisiones. En el año 1026, Ricardo Abad de Saint-Vannes condujo 700 peregrinos a Palestina sufragando el gasto Ricardo II, duque de Normandía. En el año 1065 más de 12.000 alemanes que habían cruzado Europa bajo el mando de Günther, obispo de Bamberg, en su camino a Palestina, tuvieron que buscar refugio en una fortaleza en ruinas donde se defendieron contra un grupo de beduinos. A finales del siglo XI la ruta de Palestina era familiar a los cristianos occidentales que tenían al Santo Sepulcro como la reliquia más venerada. El recuerdo del protectorado de Carlomagno aun vivía. Sin embargo, el ascenso de los turcos seleúcidas comprometió la seguridad de los peregrinos e incluso amenazó la independencia del imperio bizantino y de toda la cristiandad. En el 1070 Jerusalén fue tomada y en 1091 Diógenes, el emperador griego, fue derrotado y hecho cautivo en Mantzikert. Asia Menor y toda Siria se volvieron presa de los turcos. Antioquía sucumbió en 1084 y para el 1092 ni una de las grandes sedes metropolitanas de Asia permanecía en posesión de los cristianos. Aunque separados de la comunión de Roma desde el cisma de Miguel Cerulario (1056), los emperadores de Constantinopla suplicaron la ayuda de los pontífices de Roma. En el año 1073 se intercambian cartas sobre el asunto entre Miguel VII y Gregorio VII. El Papa contempló liderar una fuerza de 50.000 hombres a Oriente para restablecer la unidad cristiana, repeler a los turcos y rescatar el Santo Sepulcro. El conflicto sobre las Investiduras en 1076 obligó al Papa a abandonar sus proyectos. Los emperadores Nicéphoro Botaniates y Alejo Comneno eran desfavorables a una unión religiosa con Roma. Finalmente la guerra estalló entre el imperio bizantino y los Normandos de las Dos Sicilias . Fue el papa Urbano II quien asumió los planes de Gregorio VII y les dió una forma más definida. Una carta de Alejo Comneno a Roberto, conde de Flandes, parece dar a entender que la cruzada fue instigada por el emperador bizantino, pero esto se ha probado falso. Alejo sólo había querido enrolar quinientos caballeros flamencos en el ejército imperial. El honor de iniciar la cruzada se ha atribuido también a Pedro el Ermitaño, un solitario de Picardía, quien después de un peregrinaje a Jerusalén y una visión en la iglesia del Santo Sepulcro, fue a ver a Urbano II y fue comisionado por él para predicar la cruzada. Sin embargo, aunque testigos oculares de la cruzada mencionan su predicación, no le atribuyen el papel tan importante que le asignan más tarde varios cronistas. La idea de la cruzada se debe atribuir al pontífice Urbano II (1095), hijo de los condes champañeses.
Primera Cruzada Urbano II convocó un concilio en Clermont-Ferrand, en Auvernia. Asistieron catorce arzobispos, 250 obispos y 400 abades. También vino un gran número de caballeros y hombres de todas condiciones que acamparon en la llanura de Chantoin, al este de Clermont, del 18 al 28 de noviembre del año 1095. El 27 de noviembre el Papa se dirigió a la multitud congregada exhortándola a ir adelante y rescatar el Santo Sepulcro. S.S. Urbano II predica la primera cruzada ante el rey capeto Philippe I Entre un entusiasmo y gritos de "¡Dios lo quiere! " todos corrieron hacia el Pontífice a obligarse por voto a partir para Tierra Santa y recibir la cruz de material rojo que llevarían en el hombro. Al mismo tiempo el Papa envió cartas a todas las naciones cristianas y el movimiento rápidamente avanzó en toda Europa. Aparecieron por todas partes predicadores de la cruzada y surgieron desorganizas, indisciplinadas hordas, saliendo hacia el este por el valle del Danubio, que pillaban a lo largo del camino y asesinaban judíos en las ciudades alemanas. Pedro el Ermitaño y el caballero alemán Walter "sin-un-chavo" ( Gautier Sans Avoir ), llegaron a Constantinopla con sus desorganizadas tropas. Para preservar la ciudad del pillaje, Alejo Comneno los mandó llevar a través del Bósforo (agosto 1096). En Asia Menor volvieron a saquear y fueron casi todos masacrados por los turcos. Mientras se organizaba la cruzada regular en Occidente y según un bien concebido plan, cuatro ejércitos principales debían reunirse en Constantinopla. Godofredo de Bouillon, duque de Baja Lorena, a la cabeza del pueblo de Lorena, de los alemanes y los franceses del norte siguió el valle del Danubio, cruzó Hungría y llegó a Constantinopla el 23 de diciembre de 1096. Hugo de Vermandois, hermano del rey Philippe I de Francia, Roberto Courte-Heuse, duque de Normandía y el conde Esteban de Blois, llevaron bandas de franceses y normandos por los Alpes y se embarcaron en los puertos de Apulia hacia Dyrrachium (Durazzo o Durrës) de donde tomaron la "Via Egnatia " hacia Constantinopla, reuniéndose allí en mayo de 1097. llegada de los cruzados a Constantinopla Los franceses del sur, bajo la dirección de Raymond de San-Gilles, conde de Toulouse y de Ademar de Monteil, obispo de Puy y legado papal, empezaron a avanzar por los valles de los Alpes Orientales y tras resolver conflictos sangrientos con los eslavos, llegaron a Constantinopla a finales de abril de 1097 . Por último, los normandos de Italia del sur, atraídos por el entusiasmo de las bandas de cruzados que pasaban por su país, embarcaron para Epiro bajo el mando de Bohemundo y Tancredo, hijo mayor y sobrino respectivamente de Robert Guiscard. Cruzando el imperio bizantino consiguieron llegar a Constantinopla el 26 de abril de 1097 . La aparición de los ejércitos cruzados en Constantinopla creó inquietud y provocó los futuros e irremediables malos entendidos entre los cristianos griegos y los latinos. La invasión no pedida de estos últimos alarmó a Alejo quien trató de prevenir la concentración de todas esas fuerzas en Constantinopla, transportando a Asia Menor cada ejército occidental en el orden de su llegada. Trató además de arrancar de los jefes de la cruzada la promesa de que restaurarían al imperio griego las tierras que iban a conquistar. Después de resistir a las súplicas imperiales durante el invierno, Godofredo de Bouillon, confinado en Pera, aceptó al fin tomar el juramento de fidelidad. Bohemundo, Roberto Courte-Heuse, Esteban de Blois, y los otros jefes cruzados, hicieron la misma promesa. Transportados a Asia Menor, los cruzados sitiaron la ciudad de Nicea pero Alejo negoció con los turcos que le entregaron la ciudad y prohibió entrar a los cruzados (1 de junio de 1097). Después de vencer a los turcos en la batalla de Dorilea el 1 de julio de 1097, los cristianos entraron en las mesetas altas de Asia Menor. En septiembre de 1097, Tancredo y Balduino, hermano de Godofredo de Bouillon, dejaron el grueso del ejército y entraron en territorio armenio. Tancredo tomó posesión de las ciudades de Cilicia mientras Balduino, llamado por los armenios, cruzó el Eufrates en octubre de 1097 y después de casar con una princesa armenia, fue proclamado Señor de Edesa. Entretanto, los cruzados, reaprovisionados por los armenios de la región de Taurus, fueron a Siria y el 20 de octubre de 1097 llegaron a la ciudad fortificada de Antioquía. Gracias a la ayuda de carpinteros e ingenieros de una flota genovesa que había llegado a la boca del Orontes, los cruzados pudieron construir arietes e iniciaron el sitio de la ciudad. Bohemundo negoció con un jefe turco que entregó una de las torres y en la noche del 2 de junio de 1098 los cruzados tomaron Antioquía por asalto. Al día siguiente ellos mismos fueron sitiados dentro de la ciudad por el ejército de Kerbûga, ámel de Mosul. Plaga y hambre cruelmente diezmaron sus rangos y muchos de ellos, entre otros Esteban de Blois, escaparon aprovechando la oscuridad de la noche. El ejército estaba al borde del desaliento cuando se reanimó su valor por el descubrimiento de la Lanza Santa, resultado del sueño de un sacerdote provenzal llamado Pedro Bartolomé. El 28 de junio de 1098 el ejército de Kerbûga fue rechazado, pero en lugar de marchar sin demora a Jerusalén, los jefes perdieron varios meses en disputas por la rivalidad entre Raymond de San-Gilles y Bohemundo , ambos exigiendo el derecho a Antioquía. La marcha hacia Jerusalén empezó en abril del año 1099. Bohemundo quedó en posesión de Antioquía, mientras que Raymond tomó Trípoli. El 7 de junio los cruzados iniciaron el sitio de Jerusalén. La dificultad hubiera sido real de no haber sido por la llegada de otra flota genovesa a Jaffa y al igual que antes en Antioquía, suministró los ingenieros necesarios para preparar bien el asedio. Después de una procesión general que los cruzados hicieron descalzos alrededor de las murallas de la ciudad entre insultos y encantamientos de hechiceros mahometanos, el ataque comenzó el 14 de julio de 1099. Al día siguiente los cristianos entraban en Jerusalén por todos lados y asesinaban a sus habitantes. toma de Jerusalén por los cruzados FUNDACION DE LOS ESTADOS CRISTIANOS Cumplida la misión del peregrinaje al Santo Sepulcro, los caballeros eligieron como señor de la nueva conquista a Godofredo de Bouillon, quien se llamó a sí mismo "Defensor del Santo Sepulcro". Tuvieron entonces que rechazar un ejército egipcio que fue derrotado en Ascalón el 12 de agosto de 1099. Su situación era insegura. Alejo Comneno amenazó el principado de Antioquía y en 1100 Bohemundo fue hecho prisionero por los turcos, mientras que la mayor parte de las ciudades en la costa estaban todavía bajo control mahometano. Antes de su muerte, el 29 de julio de 1099, Urbano II una vez más proclamó la cruzada.
En el año1101, tres expediciones cruzan Europa bajo la dirección del conde Esteban de Blois, el duque Guillermo IX de Aquitania y Welf IV duque de Baviera. Los tres lograron llegar a Asia Menor pero fueron exterminados por los turcos. A su salida de prisión Bohemundo atacó al imperio bizantino pero fue rodeado por el ejército imperial y forzado a aceptar ser el vasallo de Alejo. A la muerte de Bohemundo en el año 1111, Tancredo se negó a respetar el tratado y retuvo Antioquía. Godofredo de Bouillon murió en Jerusalén el 18 de julio de 1100. Su hermano y sucesor Balduino de Edesa fue coronado rey de Jerusalén en la Basílica de Belén el 25 de diciembre de 1100. En 1112 inició la conquista de los puertos de Siria que completó en 1124 con la captura de Tiro. En ese período, los estados cristianos formaban un territorio extenso e incluían cuatro principados casi independientes: el reino de Jerusalén, el condado de Trípoli, el principado de Antioquía, y el condado de Rohez (Edesa). Estos pequeños estados eran la propiedad común de toda la Cristiandad y como tal estaban subordinados a la autoridad del Papa. Pronto predominaron caballeros franceses y comerciantes italianos establecidos en las recientemente conquistadas ciudades. La autoridad de los soberanos de estos principados estaba restringida por los dueños-de-feudos, los vasallos y los sub-vasallos que constituían la Corte de Lieges o Suprema Corte. Esta asamblea tenía total autoridad en asuntos legislativos. Ningún estatuto ni ley se podía proclamar sin su acuerdo, ningún barón podía ser privado de su feudo sin su decisión. Su jurisdicción se extendía por encima de todos, incluso el Rey, y también controlaba la sucesión al trono. Una "Corte de Burgueses" tenía jurisdicción similar sobre los ciudadanos. Cada feudo tenía un tribunal compuesto de caballeros y ciudadanos y en los puertos había policía y cortes mercantiles. La autoridad de la Iglesia también ayudaba a limitar el poder del rey. Las cuatro sedes metropolitanas de Tiro, Cesarea, Bessan y Petra estaban sujetas al Patriarca de Jerusalén, de la misma manera, siete sedes subordinadas y un número de abadías, entre ellas el Monte Sión, el Monte de los olivos, el Templo, Josafat, y el Santo Sepulcro. A través de ricas y frecuentes donaciones el clero se volvió el más importante dueño de propiedades del reino. También recibió de los cruzados importantes propiedades en Europa. A pesar de las mencionadas restricciones en el siglo XII, el rey de Jerusalén tenía importantes ingresos. Los impuestos establecidos en los puertos y administrados por nativos, los peajes impuestos a las caravanas y el monopolio de ciertas industrias, eran una fecunda fuente de ingresos. Desde un punto de vista militar, todo vasallo debía prestar un servicio de tiempo al rey, aunque éste estaba obligado a indemnizarlos, pero para llenar las líneas del ejército era necesario además enrolar nativos que recibían una anualidad a vida ( fief de soudée ). De esta manera se reclutó la caballería ligera de los "Turcoples", armados a la manera sarracena. En total estas fuerzas eran poco más de 20,000 hombres y aún así los vasallos poderosos que las dirigían eran prácticamente independientes del rey. Fue la gran necesidad de tropas regulares para defender los dominios cristianos la que provocó la creación de una institución única, las órdenes religiosas de caballería, principalmente los Hospitalarios, que al principio cumplían su deber en el Hospital de San Juan fundado por los antes citados comerciantes de Amalfi y organizados luego por Gerardo du Puy como una milicia que podía luchar contra los Sarracenos (1113). Los Templarios, nueve de quienes en 1118 se congregaron con Hugues de Payens y recibieron la Regla de San Bernardo. Estos miembros pronunciaron los tres votos monacales pero era sobre todo para la guerra contra los Sarracenos a lo que se comprometían. Fueron favorecidos con abundantes privilegios espirituales y temporales y ello atrajo a los hijos cadetes de numerosas casas nobles feudales y adquirieron tanto en Palestina como en Europa un considerable patrimonio. Sus castillos, construidos en los principales puntos estratégicos, Margat, El Krak y Tortosa, eran ciudadelas fuertes protegidas por varios cercos concéntricos. En el reino de Jerusalén estas órdenes militares virtualmente formaron dos comunidades independientes. Finalmente, en las ciudades se dividió el poder público entre los ciudadanos nativos y los colonos italianos, genoveses, venecianos, pisanos y también los marselleses a quienes, a cambio de sus servicios, se les dio poder supremo en ciertos distritos en pequeñas comunidades autogobernadas que tenían sus cónsules, sus iglesias y en las orillas sus granjas utilizadas para el cultivo de algodón y caña de azúcar. Los puertos sirios eran visitados regularmente por flotas italianas que obtenían allí las especias y sedas traídas por caravanas de Extremo Oriente. Así, durante la primera mitad del siglo XII los estados cristianos de Oriente estaban completamente organizados y llegaron a sobrepasar en riqueza y prosperidad a la mayor parte de los estados occidentales. Muchos peligros amenazaban esa prosperidad. En el sur los Califas de Egipto, en el este los ámeles seleúcidas de Damasco, Hama y Alepo y en el norte los emperadores bizantinos, ávidos de realizar el proyecto de Alejo Comneno de tener a los estados latinos bajo su poder. En presencia de tantos enemigos, los estados cristianos carecían de cohesión y disciplina. En 1137 Juan Comneno, emperador de Constantinopla, se presentó delante de Antioquía con un ejército y obligó al príncipe Raimundo a rendirle homenaje. A la muerte de Commeno en 1143, Raimundo trató de quitarse ese yugo e invadió el territorio bizantino pero fue encerrado por el ejército imperial y obligado en 1144 a humillarse en Constantinopla delante del emperador Manuel. El Principado de Edesa, completamente aislado de los otros estados cristianos, no pudo resistir los ataques de Imad-al-Din Zangi, el príncipe, o atabek, de Mosul, que forzó su guarnición a capitular el 25 de diciembre de 1144. Después del asesinato de Imad-al-Din Zangi, su hijo Nur-al-Din continuó las hostilidades contra los estados cristianos. Ante estas noticias, Luis VII de Francia, la reina Leonor de Aquitania y un gran número de caballeros, conmovidos por las exhortaciones del abad San Bernardo de Claraval se enrolaron bajo la cruz. El abad se convirtió en el apóstol de la segunda cruzada y concibió la idea de instar toda Europa a atacar a los infieles simultáneamente en Siria, España y más allá del Elba. Los sufrimientos soportados por los cruzados mientras cruzaban Asia Menor les impidió avanzar a Edesa y se contentaron con acosar Damasco pero fueron obligados a retirarse al cabo de varias semanas (julio, 1148). Esta derrota causó descontento en Occidente. Los conflictos entonces entre griegos y cruzados confirmaban la opinión de que el imperio bizantino era el principal obstáculo al éxito de las Cruzadas. Saladino tomó posesión de Damasco y conquistó toda Mesopotamia excepto Mosul. Cuando Amaury murió en 1173 dejando el poder a Balduino IV "el Leproso" - un niño de trece años - el reino de Jerusalén estaba amenazado por todos lados. Al mismo tiempo, dos facciones conducidas respectivamente por Gui de Lusiñan, cuñado del rey y Raimundo, conde de Trípoli, competían por el poder. Balduino IV murió en 1184 y fue pronto seguido a la tumba por su sobrino Balduino V. A pesar de una viva oposición, Guy de Lusiñan fue coronado rey el 20 de julio de 1186. Aunque la lucha contra Saladino estaba ya en marcha, fue conducida sin orden ni disciplina. Saladino invadió el reino de Jerusalén y aunque Gui de Lusiñan reunió todas sus fuerzas para rechazar el ataque, el 4 de julio de 1187 el ejército de Saladino aniquiló el de los cristianos en las orillas del Lago Tiberíades. El Rey y Gran Maestre de la Orden del Temple, Renaud de Châtillon, y los hombres más poderosos del reino fueron hechos prisioneros. Después de matar a Renaud con sus propias manos, Saladino marchó sobre Jerusalén. La ciudad capituló el 17 de septiembre permaneciendo solamente Tiro, Antioquía y Trípoli en poder de los cristianos en Siria. Las noticias de estos eventos causaron consternación en la cristiandad y el papa Gregorio VIII se esforzó en poner fin a todas las disensiones entre los príncipes cristianos. El 21 de enero de 1188, Philippe II Auguste rey de Francia y Henri II Plantagenet se reconciliaron en Gisors y tomaron la cruz. El 27 de marzo en la Dieta de Mainz Federico Barbarroja y un gran número de caballeros alemanes hicieron voto para defender la causa cristiana en Palestina. En Italia Pisa hizo la paz con Génova, Venecia con el rey de Hungría y Guillermo II de Sicilia con el imperio bizantino. El entusiasmo por la cruzada era de nuevo de un alto nivel. Mientras se predicaba la guerra santa, Saladino organizó una contra-cruzada. Era la primera vez que se unían todas las fuerzas mahometanas bajo un solo jefe. Federico Barbarroja , el primero en prepararse para la empresa y a quien los cronistas atribuyen un ejército de 100.000 hombres, salió de Ratisbona el 11 de mayo de 1189. Después de cruzar Hungría, tomó los estrechos balcánicos por asalto y trató de flanquear los movimientos hostiles de Isaac Angelus atacando Constantinopla. Tras el saqueo de Adrianópolis, Isaac Angelus se rindió y entre el 21 y el 30 de marzo de 1190 los alemanes consiguieron cruzar el Estrecho de Gallípoli. A su llegada a la región de Taurus, Federico Barbarroja trató de cruzar el Selef (Kydnos) a caballo y se ahogó en el intento. Muchos príncipes alemanes regresaron entonces a Europa. Otros conducidos por el hijo del emperador, Felipe de Suabia, llegaron a Antioquía y prosiguieron a San Juan de Acre. Fue delante de esta ciudad donde todas las tropas cruzadas se reunieron. En junio de 1189 el rey Guy de Lusiñan que había sido liberado de cautividad, se presentó allí con el resto del ejército cristiano y en septiembre del mismo año llegó la armada escandinava seguida por las flotas inglesa y flamenca mandadas respectivamente por el Arzobispo de Canterbury y Jacques d'Hvesnes. Este heróico sitio duró dos años. En la primavera de cada año llegaban refuerzos de Occidente y una verdadera ciudad cristiana surgió fuera de las murallas de Acre. Saladino vino a ayudar a la ciudad y comunicó con ella por medio de palomas mensajeras. Ingenios lanza piedras ( pierrières ) impulsados por poderosas maquinarias fueron utilizados por los cruzados para demoler las murallas de Acre. Duraba ya dos años el sitio cuando Philippe II Auguste rey de Francia y Ricardo Corazón de León rey de Inglaterra - tras fallecer su padre Henri II el 6 de julio de 1189 - llegaron a escena a mediados de 1191. Habían salido juntos de Vézelay el 4 de julio de 1190. Ricardo embarcó en Marsella y Philippe en Génova reuniéndose en Messina. Durante su estancia en Sicilia que duró hasta marzo de 1191 mantienen disputas aunque concluyen un tratado de paz. Mientras Philippe II llegaba a Acre, algunos navíos de Ricardo naufragaron en la costa de Chipre, entonces independiente bajo Isaac Comneno. Con ayuda de Guy de Lusiñan, Ricardo conquistó esta isla y casó allí en Chipre ( Limassol) con la infanta Berenguela de Navarra. La llegada de los reyes de Francia e Inglaterra delante de Acre provocó la capitulación de la ciudad el 13 de julio de 1191. Una disputa de los reyes francés e ingles estalló de nuevo y Philippe Auguste dejó Palestina el 28 de julio. Ricardo fue entonces el jefe de la cruzada y para castigar a Saladino por no cumplir con las condiciones del tratado dentro del tiempo estipulado, mandó matar a los rehenes mahometanos. Saladino pensó atacar Jerusalén y tras engañar a los cristianos durante las negociaciones trajo tropas de Egipto. Pero la empresa falló y Ricardo compensó sus reveses con brillantes pero inútiles hazañas que hicieron su nombre legendario entre los mahometanos. Antes de partir vendió la isla de Chipre, primero a los Templarios que fueron incapaces de establecerse allí y después a Guy de Lusiñan que renunció al reino de Jerusalén en favor de Conrado de Montferrat (1192). Después de una última expedición para defender Jaffa contra Saladino, Ricardo declaró una tregua y embarcó para Europa el 9 de octubre de 1192. No llegó a su reino inglés hasta después de haber sufrido una humillante cautividad de manos del duque Leopoldo de Austria, quien vengó de esta manera los insultos que se le habían hecho frente a San Juan de Acre. Mientras Capetos y Plantagenêts, olvidando la Guerra Santa, arreglaban sus disputas territoriales en Francia, el emperador Enrique VI, hijo de Barbarroja, tomó a su cargo la dirección suprema de la política cristiana en Oriente. Coronado rey de las Dos Sicilias el 25 de diciembre de 1194, tomó la cruz en Bari el 31 de mayo de 1195 y preparó una expedición para recuperar Jerusalén y arrebatar Constantinopla al usurpador Alejo III. Ansioso de ejercer su autoridad imperial hizo a Amaury de Lusignan rey de Chipre y a León II rey de Armenia. En septiembre de 1197 los cruzados alemanes partieron para Oriente. Desembarcaron en San Juan de Acre y marcharon sobre Jerusalén, pero fueron detenidos delante de Tibnin de noviembre 1197 a febrero de 1198. Al levantar el sitio supieron que Enrique VI había muerto el 28 de septiembre en Messina donde había reunido la armada que iba a llevarlo a Constantinopla. Los alemanes firmaron una tregua con los Sarracenos pero su futura influencia en Palestina fue asegurada por la creación de la Orden de los Caballeros Teutónicos. En 1143 un peregrino alemán había fundado un hospital para sus compatriotas. Los religiosos que lo servían se trasladaron a Acre y en 1198 se organizaron imitando el proyecto de los Hospitalarios, siendo aprobada su regla por Inocencio III en 1199. Cuarta Cruzada La cruzada contra Constantinopla muestra la primera desviación del propósito original. Para la cristiandad fue una causa de confusión. Tras la elección del papa Inocencio III en enero de 1198, se inauguró una nueva política para el Oriente que siguió a lo largo de todo su pontificado. Subordinó todo al rescate de Jerusalén y a la reconquista de Tierra Santa. En sus primeras Encíclicas convocó a todos los cristianos a unirse a la cruzada e incluso negoció con el emperador bizantino Alejo III tratando de convencerle de reintegrar la comunión con Roma y utilizar sus tropas para la liberación de Palestina. Durante un torneo en Ecry-sur-Aisne, el 28 de noviembre de 1199, el joven conde Teobaldo III de Champaña - padre del rey Teobaldo I de Navarra - y un gran numero de caballeros tomaron la cruz. Sin consultar con Inocencio III los caballeros franceses, que habían elegido a Teobaldo de Champaña como su jefe, decidieron ir a atacar a los mahometanos en Egipto y en marzo 1201 concluyeron con la República de Venecia un contrato para el transporte de tropas en el mediterráneo. A la muerte de Teobaldo en 1201, los cruzados eligieron como su sucesor a Bonifacio, marqués de Montferrat y primo de Felipe de Suabia, entonces en conflicto abierto con el Papa. Justo en ese momento el hijo de Isaac Angelus, el destronado emperador de Constantinopla, buscó refugio en Occidente y pidió a Inocencio III y a su propio cuñado Felipe de Suabia reintegrarlo en el trono imperial. Entretanto los cruzados reunidos en Venecia no podían pagar la cantidad exigida por su contrato de transporte de tropas y a manera de intercambio, los venecianos sugirieron que ayudaran a recuperar la ciudad de Zara en Dalmacia. Los caballeros aceptaron la propuesta y después de unos días de sitio la ciudad capituló en noviembre de 1202. Pero fue en vano que Inocencio III instara a los cruzados a salir hacia Palestina. Habiendo obtenido la absolución por la captura de Zara y a pesar de la oposición de Simón de Montfort y una parte del ejército, el 24 de mayo de 1203, los jefes ordenaron la marcha sobre Constantinopla. Habían concluido con el pretendiente bizantino Alejo un tratado por el cual éste prometía obtener el retorno de los griegos a la comunión con Roma, dar a los cruzados 200.000 marcos y participar en la Guerra Santa. El 23 de junio, la flota de los cruzados se presenta delante de Constantinopla. El 7 de julio toman posesión de un suburbio de Galacia y fuerzan su entrada en el Cuerno de oro. El 17 de julio atacan simultáneamente las murallas marinas y las murallas terrestres del Blachernæ. Las tropas de Alejo III intentan una infructuosa salida y el usurpador huye, después de lo cual Isaac Angelus fue liberado de prisión y se le permitió compartir la dignidad imperial con su hijo Alejo IV. Pero no respetó las promesas hechas a los cruzados. Después de unos meses de tediosa espera, los cruzados acuartelados en Galacia perdieron paciencia con los griegos que, no sólo se negaban a respetar el acuerdo, sino que los trataban con abierta hostilidad. El 5 de febrero de 1204, Alejo IV e Isaac Angelus fueron destronados por una revolución y Alejo Murzuphla, un usurpador, emprendió la defensa de Constantinopla en contra de los cruzados latinos que se prepararon a asediar Constantinopla por segunda vez. Por un tratado concluido en marzo de 1204 entre los venecianos y los jefes cruzados, se pusieron de acuerdo por adelantado para compartir los despojos del imperio griego. El 12 de abril de 1204, Constantinopla fue tomada por asalto y al día siguiente comenzó el pillaje de iglesias y palacios. Obras maestras de la antigüedad, amontonadas en lugares públicos y en el Hipódromo, fueron destruidas. Los venecianos recibieron la mitad del botín. Muchas iglesias de Occidente se enriquecieron con los ornamentos despojados de las de Constantinopla. El 9 de mayo de 1204, un colegio electoral constituido por prominentes cruzados y venecianos, se congregó para elegir un emperador. Dandolo, Dogo de Venecia, rechazó el honor y no se consideró a Bonifacio de Montferrat. Al final Balduino, conde de Flandes, fue elegido y solemnemente coronado en Santa Sofía. Constantinopla y el Imperio fueron divididos entre el emperador, los venecianos y el jefe de los cruzados. El marqués de Montferrat recibió Tesalónica y Macedonia con el título de rey. Enrique de Flandes fue nombrado Señor de Adramyttion, Luis de Blois fue duque de Nicea y se otorgaron feudos a seiscientos caballeros. Entretanto los venecianos se reservaron los puertos de Tracia, el Peloponeso y las islas. Se eligió como patriarca a Tomas Morosini, un sacerdote veneciano. Ante las noticias de estos eventos en los que no había tenido parte, Inocencio III se plegó a los designios de la Providencia y en el interés de la cristiandad se decidió a obtener lo mejor de la nueva conquista. Su principal objetivo fue acabar con el cisma griego y poner las fuerzas del nuevo imperio latino al servicio de la cruzada. El emperador era incapaz de imponer su autoridad a los barones. En Nicea no lejos de Constantinopla el ex gobierno bizantino reunió los restos de su autoridad y sus partidarios. Se proclamó emperador a Teodoro Lascaris. En Europa, Joannitsa, zar de los valaquitas y de los búlgaros, invadió Tracia y destruyó el ejército cruzado frente a Adrianópolis, el 14 de abril de 1205. Durante la batalla cayó el emperador Balduino. Su hermano y sucesor Enrique de Flandes dedicó su reino (1206-1216) a interminables conflictos con los búlgaros, los lombardos de Tesalónica y los griegos de Asia Menor. Los griegos no se reconciliaron con la Iglesia de Roma. La mayor parte de sus obispos abandonaron sus sedes y se refugiaron en Nicea, dejando sus iglesias a los obispos latinos nombrados para reemplazarlos. Los conventos griegos fueron reemplazados por monasterios cistercienses, por comanderías de Templarios y Hospitalarios y por capítulos de canónigos.
Habiendo fallado en todos sus intentos por instigar a los barones del imperio latino a emprender una expedición contra Palestina, Inocencio III decidió organizar en 1207 una nueva cruzada sin tomar en cuenta la opinión de Constantinopla. Las circunstancias sin embargo eran desfavorables. En lugar de concentrar las fuerzas de la cristiandad contra los mahometanos, el Papa los desbandó proclamando en 1209 una cruzada contra los albigenses en el sur de Francia y contra los almorávides de España (1212), los paganos de Prusia y Juan Sin Tierra de Inglaterra. En 1212 un joven pastor de Vendôme y un joven de Colonia reunieron miles de niños a quienes les propusieron conducirlos a la conquista de Palestina. El movimiento se extendió a través de Francia e Italia. Esta "Cruzada de los Niños" llegó a Brindisi donde algunos comerciantes vendieron a muchos de los niños como esclavos a los moros, mientras que casi todos los demás morían de hambre y agotamiento. En 1213, Inocencio III había predicado una cruzada en todas partes de Europa y enviado al cardinal Pelagius a Oriente para obtener el regreso de los griegos al seno de la unidad romana. El 25 de julio de 1215 Federico II, después de su victoria sobre Otón de Brunswick, tomó la cruz en la tumba de Carlomagno en Aquisgrán. El 11 de noviembre de 1215, Inocencio III inauguró el IV Concilio de Letrán con una exhortación a todo los fieles para participar en la cruzada cuya salida se fijó para 1217. En el momento de su muerte en 1216, el papa Inocencio pensó que se había iniciado un gran movimiento. La cruzada tal como se predicó en el siglo XIII ya no fue el gran movimiento entusiasta de 1095 sino una serie de empresas irregulares e intermitentes. En Europa, la predicación de la cruzada encontró gran oposición. Los príncipes temporales se oponían fuertemente a la pérdida de jurisdicción sobre los súbditos que tomaban parte en las cruzadas. Absortos en intrigas políticas, eran reacios a enviar tan lejos las fuerzas militares de las que dependían. Rápidamente en diciembre 1216, se concedió a Federico II la primera moratoria en el cumplimiento de su voto. Andrés II, rey de Hungría y Casimiro, duque de Pomerania, se hicieron a la mar en Venecia y Spalato mientras un ejército escandinavo pasaba por Europa. Los cruzados llegaron a San Juan de Acre en 1217 pero se limitaron a realizar incursiones en territorio musulmán después de lo cual Andrés de Hungría regresó a Europa. Recibiendo refuerzos en la primavera de 1218, el rey de Jerusalén Juan de Brienne se decidió a ejecutar un ataque en Tierra Santa pasando por Egipto. Los cruzados llegaron a Damietta en mayo de 1218 y después de un asedio tomaron la ciudad por asalto el 5 de noviembre de 1219. En lugar de aprovechar esta victoria, desperdiciaron más de un año en disputas y no fue hasta mayo de 1221 cuando salieron para El Cairo. Rodeado por los sarracenos en Mansura el 24 de julio, el ejército cristiano fue derrotado. Juan de Brienne fue obligado a comprar la retirada con la entrega de Damietta a los sarracenos. Entretanto el emperador Federico II, que debía ser el jefe de la cruzada, se había quedado en Europa y continuaba a importunar al Papa con nuevos aplazamientos de su salida. El 9 de noviembre de 1225 casó en Brindisi con Isabel de Brienne, heredera del reino de Jerusalén. Ignorando completamente a su suegro, asumió el título de rey de Jerusalén. En 1227 no había salido todavía hacia Palestina. Gregorio IX, elegido papa el 19 de marzo de 1227, exigió a Federico cumplir con su voto. Por fin el 8 de septiembre el Emperador embarcó pero pronto regresó. El 29 de septiembre fue excomulgado por el Papa. No obstante Federico se hizo a la mar de nuevo el 18 de junio de 1228, pero en lugar de conducir una cruzada ejecutó un juego diplomático. Concluyó en febrero de 1229 un tratado con el sultán de Egipto Malek-el-Khamil, que estaba en guerra con el príncipe de Damasco, por el cual Jerusalén, Belén y Nazaret serían devueltas a los cristianos. El 18 de marzo de 1229, sin ninguna ceremonia religiosa, Federico asumió la corona real de Jerusalén en la iglesia del Santo Sepulcro. Al volver a Europa se reconcilió con Gregorio IX en agosto de 1230. El Pontífice ratificó el tratado de Jaffa y Federico envió caballeros a Siria a que tomaran posesión de las ciudades y obligar a todos los señores feudales a rendirle homenaje. Cuando Conrado, hijo de Federico II e Isabel de Brienne, llegó a la mayoría de edad en 1243, la Corte Suprema nombró regente a Alix de Champaña reina de Chipre. De esta manera fue abolido el poder alemán en Palestina.
Entretanto el rey Teobaldo I de Navarra había conducido en 1239 una infructuosa cruzada en Siria. De la misma manera el duque de Borgoña y Ricardo de Cornuailles, hermano del rey Henry III de Inglaterra, que había emprendido recuperar Ascalón, concluyeron una tregua con Egipto (1241) consiguiendo del sultán de El Cairo la evacuación de Jerusalén. Europa estaba amenazada por un doloroso desastre. Después de conquistar Rusia los mongoles bajo la dirección de Gengis Kan se presentaron en 1241 en las fronteras de Polonia, derrotaron al ejército del duque de Silesia en Liegnitz, aniquilaron el de Béla, rey de Hungría y llegaron al Adriático. Palestina sufrió las consecuencias de esta invasión. Los mongoles habían destruido el imperio musulmán de Kharizm en Asia Central. Huyendo de sus conquistadores 10.000 kharizmianos ofrecieron sus servicios al sultán de Egipto y de paso se apoderaron de Jerusalén en septiembre de 1244. Séptima Cruzada
Las noticias de esta pérdida crearon desconcierto en Europa y en el Concilio de Lyon (junio-julio 1245) el papa Inocencio IV proclamó una nueva cruzada. Con la excepción de Louis IX rey de Francia (San Luis), que tomó la cruz en diciembre de 1244, nadie mostró voluntad para conducir una nueva expedición a Palestina. Informado que los mongoles estaban bien dispuestos hacia la cristiandad Inocencio IV envió a Giovanni di Pianocarpini, un franciscano y Nicolás Ascelin, un dominico, como embajadores. Pianocarpini estuvo en Karakorum el 8 de abril de 1246, el día de la elección del gran khan, pero nada resultó de este primer intento de crear una alianza con los mongoles contra los mahometanos. Sin embargo cuando San Luis, que salió de París el 12 de junio de 1248, llegó a la isla de Chipre recibió allí una embajada amical del gran khan y en contrapartida le envió a dos dominicos. Alentado por esta alianza, el rey de Francia decidió atacar Egipto. El 7 de junio de 1249 tomó Damietta pero demoró seis meses en marchar sobre El Cairo. El 19 de diciembre su avanzada fue mal dirigida por su hermano Robert de Artois que empezó imprudentemente a combatir en las calles de Mansura. Al Rey le cortaron la comunicación con Damietta y lo hicieron prisionero el 5 de abril de 1250. Al mismo tiempo la dinastía Ayubí fundada por Saladino fue derrocada por la milicia mameluca cuyos ámeles tomaron posesión de Egipto. San Luis negoció con éste último y fue puesto en libertad a condición de entregar Damietta y pagar un rescate de un millón de besantes de oro. Se quedó en Palestina hasta 1254, negoció con los ámeles egipcios la liberación de prisioneros, mejoró el equipo de las fortalezas del reino, San Juan de Acre, Cesarea, Jaffa y Sidón y envió a fray Guillermo de Rubruquis como embajador al Gran Kan. Al conocer la noticia de la muerte de su madre Blanca de Castilla que había actuado como regente durante su ausencia, volvió a Francia. Desde la cruzada contra San Juan de Acre, un nuevo estado franco - el reino de Chipre - fue formado en el mediterráneo frente a Siria y llegó a ser un valioso punto de apoyo para las cruzadas. Por una pródiga distribución de tierras y franquicias, Gui de Lusiñan consiguió atraer colonos a la isla, caballeros, hombres de armas y civiles. Sus sucesores establecieron un gobierno modelado en el reino de Jerusalén. La isla de Chipre fue pronto poblada con colonos franceses que consiguieron predominar sobre los griegos a quienes incluso impusieron su lengua. Iglesias construidas al estilo francés y castillos fortificados aparecieron por todos lados. La catedral de Santa Sofía en Nicosia, erigida entre 1217 y 1251, era prácticamente una copia de una iglesia en Champaña. La actividad comercial se convirtió en una característica pronunciada de las ciudades de Chipre, convirtiéndose Famagusta en uno de los más activos puertos mediterráneos. Sin más ayuda de fondos de Occidente y desgarradas por desórdenes internos, las colonias cristianas debieron su salvación temporal a los cambios en la política musulmana y a la intervención de los mongoles. Los venecianos expulsaron a los genoveses de San Juan de Acre y trataron la ciudad como territorio conquistado. En una batalla en la que cristianos lucharon contra cristianos y en la que pelearon Hospitalarios contra Templarios, 20.000 hombres perecieron. Por venganza, los genoveses se aliaron con Miguel Paleólogo, emperador de Nicea, cuyo general Alejo Strategopulos no tuvo ningún problema para entrar en Constantinopla y derrocar al emperador latino Balduino II el 25 de julio de 1261. La conquista del Califato de Bagdad por los mongoles (1258) y la invasión de Siria, donde tomaron Alepo y Damasco, aterró a cristianos y mahometanos a la vez. Pero el ámel mameluco Baybars el Arbelester derrotó a los mongoles y les arrebató Siria en septiembre de 1260. Proclamado sultán en 1260 Baybars inició una guerra contra los estados cristianos restantes. En 1263 destruyó la iglesia de Nazaret; en 1265 tomó Cesarea y Jaffa y capturó Antioquía en mayo de 1268. La posibilidad de organizar una nueva cruzada seguía discutiéndose en Occidente, pero con la excepción de hombres con fuerte motivación religiosa como San Luis no había seguimiento entre los príncipes europeos. Para impedir la predicación de una cruzada contra Constantinopla Miguel Paleólogo le prometió al Papa trabajar por la unión de las iglesias. Sin embargo Carlos de Anjou - hermano de San Luis a quien la conquista de las Dos Sicilias había hecho uno de los príncipes más poderosos de la Cristiandad - emprendió llevar a cabo para su beneficio propio los designios orientales hasta allí acariciados por el Hohenstaufen. Mientras María de Antioquía, nieta de Amaury II, le otorgaba los derechos que ella reivindicaba a la corona de Jerusalén, Charles firmó con Balduino II el 27 mayo de 1267 el tratado de Viterbo que le aseguraba la herencia de Constantinopla. San Luis no estaba preocupado por estas combinaciones diplomáticas y seguía pensando en una nueva cruzada. Octava Cruzada
En un parlamento tenido en París el 24 de marzo 1267 San Luis y sus tres hijos toman la cruz pero a pesar de su ejemplo muchos caballeros se opusieron a las exhortaciones del predicador Humberto de Romans. Escuchando los informes de los misioneros, San Luis decidió ir a Túnez acompañándole su hija Isabelle con su esposo Teobaldo II de Navarra Champagne. San Luis recibió la embajada del emperador griego y ordenó a su hermano Charles de Anjou reunirse con él en Túnez. Los cruzados, entre quienes estaba el príncipe Edward de Inglaterra, llegaron a Cartago el 17 de julio de 1270 pero se declaró la peste en el campamento y el 25 de agosto San Luis murió. Charles de Anjou concluyó entonces un tratado con los mahometanos y los cruzados reembarcaron. Solo el príncipe Eduardo decidido cumplir su voto saliendo hacia San Juan de Acre. Tras unas razias en territorio sarraceno concluyó una tregua con Baybars. La elección de Gregorio X, quien era favorable a la cruzada, de nuevo frustró los planes de Charles de Anjou. Mientras los emisarios del rey de las Dos Sicilias atravesaban la península balcánica, el nuevo papa esperaba la unión de las iglesias Occidental y Oriental, evento que se proclamó solemnemente en el Concilio de Lyon el 6 de julio de 1274. Miguel Paleólogo prometió tomar la cruz. El 1 de mayo de 1275, Gregorio X consiguió una tregua entre Paleólogo y Charles de Anjou. Entretanto, Philippe III de Francia, el rey de Inglaterra y el rey de Aragón hicieron el voto de ir a Tierra Santa. Por desgracia la muerte de Gregorio X frustró estos planes y Charles de Anjou volvió a proseguir sus antiguos proyectos. En 1277 envió a Siria a Rogelio de San Severino quien consiguió plantar su estandarte en el castillo de Acre y en 1278 tomó posesión del principado de Achaia en nombre de su nuera Isabel de Villehardouin. Miguel Paleólogo no había podido realizar la unión del clero griego con Roma y en 1281 el papa Martín IV lo excomulgó. Habiendo firmado una alianza con Venecia, Charles de Anjou se preparó para atacar Constantinopla fijando su expedición para abril de 1283. Sin embargo el 30 de marzo de 1282 ocurrió la rebelión conocida como las Vísperas Sicilianas siendo Pedro III rey de Aragón y una vez más se frustraron sus proyectos. Para dominar a sus propios sujetos insubordinados y emprender la guerra contra el rey de Aragón, Charles se vió obligado a abandonar sus planes en Oriente. Entretanto Miguel Paleólogo quedó bien instalado en Constantinopla dejando Tierra Santa sin defensa. En 1280 los mongoles intentaron una vez más invadir Siria, pero fueron rechazados por los egipcios en la batalla de Hims. En 1286 los habitantes de San Juan de Acre expulsan al senescal de Charles de Anjou y piden ayuda al rey de Chipre Enrique II. Kelaoun, el sucesor de Baybars, rompió entonces la tregua que había concluido con los cristianos y se apoderó de Margat, la fortaleza de los Hospitalarios. Trípoli se rindió en 1289 y el 5 de abril de 1291 Malek-Aschraf, hijo y sucesor de Kelaoun, se presentó ante San Juan de Acre con 120.000 hombres. Los 25.000 cristianos que defendían la ciudad no tenían un jefe militar aunque resistieron y pudieron comunicar por mar con el rey Enrique II quien les llevó ayuda desde Chipre. Sin embargo, el 28 de mayo los mahometanos consiguieron entrar en la ciudad. La mayor resistencia fue presentada por los Templarios. En julio de 1291 capitularon los últimos pueblos cristianos en Siria y el reino de Jerusalén cesó de existir. |
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